Páginas

sábado, 16 de enero de 2016

La magnitud de los sentimientos... Aún cuando "todo ha acabado".

     A veces, se me generan dudas acerca del verdadero significado y la magnitud de la llegada de nuestros pequeños a casa. Todo el mundo parece feliz con su presencia y rápidamente los acogen entre sus brazos y les ofrecen sus corazones... Pero, realmente alguien podrá comprender lo que representan y la importancia que podemos darle a cada detalle y cada fecha que nos unirá siempre a ellos? Me dio por pensar que, al igual que tras concluir el proceso de adopción, todos puedan pensar que ya está todo hecho (bien sabéis todos los que os embarcáis en un proceso, que eso no se corresponde en ningún caso a la realidad...); pueden pensar que todo forma parte del pasado, sin caer en el aspecto psicológico que conlleva y en que cada detalle y vivencia, nos acompañarán toda la vida, al igual que la llegada de cada fecha marcada en el calendario, en el que siempre volverán los recuerdos, comparaciones y demás... Es muy complicado recuperar la rutina a que estábamos acostumbrados: de hecho, nada vuelve a ser lo mismo (aunque esto lo sabemos desde el mismo día en que decidimos ser padres; pero más aún a través de la adopción, ya que existe una preparación total para serlo y para afrontar cualquier situación u obstáculo que se pueda presentar), pero...cuanto tarda el cuerpo en recuperarse y más teniendo en cuenta la situación actual de las adopciones internacionales? O quizás...en algún momento podrá llegar esa calma, aún creyendo que todo está en un orden y control lógico? Aún es pronto para una valoración, pero conocemos muchas familias que culminaron su proceso mucho antes; y que aún no han conseguido liberar esa tensión...quizás también influya el hecho de quererlo hacer todo tan bien y tenerlo todo bajo control total, lo que nos incite a estar siempre en alerta ante cualquier circunstancia o acontecimiento; procurando incluso anticiparnos a su llegada. Lo que está claro, que por mucho que lo intentemos, nuestros pequeños irán creciendo y aprendiendo incluso más rápido de lo que nosotros deseemos o podamos imaginar; y siempre irán un paso por delante,  sorprendiéndonos continuamente y haciéndonos emocionar en múltiples ocasiones. Y ese tremendo desgaste emocional que conlleva el camino de la adopción, también nos lleva a valorar en su justa medida cada sentimiento y la importancia de cada acontecimiento. 
     Este pensamiento, me recorría la mente tras unos días en que se acumulan recuerdos: unos muy alegres por todo lo acaecido hace un año; pero otros, también tristes por diversas circunstancias y por qué no decirlo, motivadas por unas fechas que se convirtieron en tristes (algunas de ellas nuevamente por la desilusión de algunos de nuestros compañeros de aventura), a pesar de la tremenda alegría que acompañaba esos momentos de reciente llegada a casa con Lera. Ayer hacía un año que dejábamos atrás Vladivostok...y desde entonces, no ha pasado un momento sin acordarnos y añorar cada rincón y cada persona que allí conocimos: de hecho, no creo que podamos pasar mucho tiempo sin volver. De allí, vinimos con lo más importante en la vida; pero desde aquel mismo día, sentíamos que olvidábamos o dejábamos allí unas raíces que no eran solo las de nuestra hija; ya que las nuestras también habían parecido comenzar a echar allí las suyas. Sentíamos que allí se nos quedaban aun muchas cosas por conocer, a pesar de todo lo que indagamos y tratamos de captar; para poder ofrecer una imagen limpia, así como unos motivos para comprender ciertos aspectos de aquel lugar tan peculiar y de su gente. 
     Por otro lado, y como hemos relatado en continuas ocasiones, dejamos allí gente muy querida, a quienes consideramos muy importantes en nuestra vida y fundamentalmente, en la de Lera: con quienes tenemos amistad y confianza para poder saciar y satisfacer cualquier necesidad que Lera pueda tener en el futuro,  o cualquier búsqueda de identidad que pueda tener. Esas personas, son muy queridas...y tratamos de mantener un vínculo verdadero; e intentaremos mantenerlo con el paso del tiempo, porque sabemos, por propia experiencia, que la distancia, no impide un sentimiento ni tan siquiera una cercanía continúa. Aprendimos a tener relaciones afectivas en esa distancia terrenal; y nos fue muy importante para el proceso de adopción...pero comprendimos al mismo tiempo, que esa distancia se salva con unas simples horas de vuelo más. 
     Hace un año, dejábamos atrás el lugar de nacimiento (y muchas cosas más...) de nuestra pequeña; pero al mismo tiempo, un lugar totalmente desconocido para ella, ya que nunca en su corta vida, había tenido ocasión tan siquiera de pisar sus calles o saborear y sentir ese aroma peculiar y único del aire que allí se respira, y que tantos recuerdos suscita en nuestra memoria. Volvimos con la pena de abandonarlo sin darnos tiempo a visitar con Lera esas calles por las que tanto caminamos en nuestros viajes; y que tanto amamos gracias en buena parte a ella. Lo único que tuvo tiempo de ver, fue la terminal del aeropuerto...y por ello también, se nos antojaba necesario, a pesar del tremendo cansancio, visitar con ella la Plaza Roja de Moscú tras nuestra llegada y fugaz parada allí. Fueron unos días de locura; en los que se portó de forma magnífica a pesar de la dificultad de tantos cambios y largos y cansados viajes. Por ello, tenemos que saldar cuanto antes esa deuda contraída con ella y con nosotros mismos; para poder disfrutar, ahora sí, de aquel lugar junto a ella: con calma, tranquilidad y absoluta paz... 

     Como anteriormente comentaba, también durante estos días, los recuerdos nos suscitan tristeza: porque en aquel momento en que nos disponíamos a viajar a casa, no sabíamos ni podíamos imaginar, que esa vuelta a Vladivostok tan deseada ya entonces; no podríamos compartirla junto a Iván, nuestro gran amigo y maravilloso y dedicado protector de los pequeños...aquel "Ángel de nuestros días", que nos marcó para siempre. Así pues, existe una gran espina clavada en nuestro corazón, por no haber tenido ocasión de despedirnos de él: nos habría gustado poderlo hacer entonces hasta nuestro regreso, pero una maldita enfermedad nos lo impedirá hacer de cualquier manera. Esa es otra de las citas ineludibles; y que no nos permitirá estar tranquilos hasta poder visitarlo donde quiera que esté, para acompañarlo y sentirlo aún más cerca de lo que siempre ha estado y está.
     Otros objetivos, serán ciertas direcciones que estamos deseosos de visitar; pero también aquel centro en la cercana localidad de Romanovka, donde nuestra querida Alicia, acomete su labor social con tremendo interés, dedicación y generosidad. 
     Muchos planes pues, nos permiten soñar con nuestro regreso a Vladivostok; aunque de algún modo, se está convirtiendo ya en el lugar más visitado fuera de nuestras fronteras.
     Y aunque en numerosos momentos creamos que quienes nos rodean, no comprenderán en su extensión nuestros pensamientos; estoy absolutamente seguro, que todos quienes compartís este y otros blogs relacionados, sí podréis hacerlo.

     Para despedirme hoy; lo hago recordando  nuestra llegada a casa hace exactamente un año...y precisamente a esta misma hora que hoy escribo. Nunca podremos olvidar aquella llegada a Barajas, rodeados de pensamientos y emociones que ya sí sentíamos reales. Desde el inicio del proceso, hubo unas palabras que teníamos muy presentes: "hasta que no lleguéis a casa con vuestr@ hij@ de la mano, no deis nunca nada por hecho...porque hasta ese mismo momento, no podréis ni creerlo ni tenerlo seguro". Y esas palabras, nos permitían por primera vez, creer que el sueño no era tal, sino que era una realidad: y al fin, podíamos relajarnos junto a nuestros seres queridos; muchos de ellos presentes a nuestra llegada...y junto a todos aquellos que nos acompañaron y sufrieron a nuestro lado cada paso de nuestra historia de amor y encuentro. 
     Un día, me comentó un buen amigo, que al llegar al aeropuerto (tras un mes en Rusia) y ver a los miembros de la Guardia Civil, le dieron ganas de darlos un abrazo, por lo feliz que estaba de llegar a casa y sentir que todo había acabado de manera satisfactoria... Y aquel 16 de enero del pasado 2015; ese mismo sentimiento lo teníamos nosotros, deseosos de gritar a los cuatro vientos que al fin, habíamos conseguido llegar a casa con nuestra hija Lera... Eso mismo, es lo que deseamos para todos quienes continúan su camino: porque ese día, gritaremos con todos ellos como ahora lo hacemos; y aunque en la distancia, muchos no puedan vernos u oírnos...seremos muchos (posiblemente todos los que un día lo vivimos) quienes estaremos al lado de todos aquellos que vuelvan a casa; porque sabemos que se trata de un sentimiento único e irrepetible. 

     Aunque ahora sufras...llegará también tu momento: mucho ánimo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos aquí tu comentario, que será publicado con todo nuestro agradecimiento. Esperamos ser de ayuda.